José Monje Cruz


Recuerdo a mi padre escuchando a Camarón de la Isla en cintas de cassete, siendo yo un niño.
Recuerdo también que por entonces no soportaba su voz, me parecía nasal y desagradable.
Por suerte, para mi, el cante de Camarón es como el buen vino: hay que aprender a saborearlo y disfrutar de todo lo que te da, que es mucho. Muchísimo.
Esta mañana se me ha ocurrido escuchar de nuevo alguno de sus discos, e incluso he buscado algunas de sus actuaciones en internet, y le he visto sentenciando "No soy hombre de palabra, por eso lo que tengo que decir lo digo cantando, que es lo que sé hacer", y esas palabras se me han clavado a fuego. Porque no encuentro mejor forma de autoreivindicarse, de definirse y de mostrar todas las cartas, unas cartas ganadoras, de genio y poderío. A mi, sin embargo, lo único que me sobra son palabras.
Lo que quería decir es que, de vez en cuando, me gusta redescubrir a Camarón, pasear con aires nuevos por su poesía, revisar su flamenco sabio, disfrutar de su desgarradora forma de atacar el cante y dejarme llevar por una voz que es puro sentimiento, que es verdad porque sí, porque él, el personaje, el artista, no parecía tener otra forma de enfrentarse al arte que desde ahí, desde el precipicio que supone ser un artista íntegro, total, con mayúsculas, que no entiende de modas ni tendencias porque su arte está por encima, muy arriba, volando libre.
Por suerte, queda su obra para admirarla e intentar aprender de un cantaor único e irrepetible que es referente y fuente de inspiración inagotable, y a quien rindo desde aquí mi más sentido y humilde homenaje.

4 espontáneos:

Anónimo dijo...

Camarón el más grande. Por cierto aprovecho para recomendar la película de Camarón con Oscar Jaenada.

Anónimo dijo...

Me lleva a mundos que por aqui ya no pasan...

Anónimo dijo...

amén

Anónimo dijo...

oh!! la vida a un palmo por la radio