
FANTÔMAS “Delirium cordia”
(Ipecac Recordings/ Popstock!, 2004)
Para quienes no ubiquen aún a esta banda en el mapa (despitados, ¡ojo!), diremos que Fantômas es el grupo que forman Mike Patton, Buzz Osborne (Melvins), Dave Lombardo (batería de Slayer) y Trevor Dunn (bajista insigne de Mr. Bungle y colaborador de bandas como Melvins o Helmet). Ya puestos en situación, podemos hincar el diente en esta locura que es "Delìrium Còrdia", el disco donde Fantômas perdieron -definitiva y afortunadamente- la cabeza. No es que alguna vez estuvieran cuerdos (musicalmente hablando), pero este disco superaba a cualquiera de sus anteriores obras. Porque a ver a quién se le ocurre plantear un álbum compuesto por un solo corte de más de setenta minutos, de los cuales casi veinte (los últimos) consisten en el sonido de la aguja en el final de un disco de vinilo -con sorpresa final, eso sí-. Y no solo eso, sino que dicho corte no guarda una estructura definida de canción al uso, sino que se compone de muy diversos pasajes, estilos (del grindcore a la música sacra, pasando por el ambient, el noise, o el jazz experimental) y locuras en general, que hacen de este un álbum único y tremendamente original. Para muchos, pudo resultar la continuación (¿)lógica(?) al anterior "The Director's Cut" (Ipecac Recordings/ Popstock!, 2001) -donde el cuarteto recuperaba algunas de sus bandas sonoras preferidas para destriparlas, desmontarlas y retorcerlas en su particular visión de la música en general y del rock en especial-, ya que "Delìrium Còrdia" parece en ocasiones una verdadera banda sonora (de una película sin imágenes, eso sí), pero aquí hay mucho más.
Despojados de cualquier halo de metal, antes muy unido a su sonido, en este disco se adentran en universos sonoros más reflexivos y menos obvios, logrando ambientes por momentos inquietantes, en ocasiones rompedores y siempre sorprendentes. El hilo conductor de tan extenso minutaje parece ser el delirio onírico, cosa que podría dar pie a tan diversos pasajes estilísticos, pero al no contar con textos (Patton utiliza la voz como otro instrumento más, no para recitar letras), la argumentación queda en la visión personal de cada oyente, cosa que, visto el resultado, puede dar mucho de sí. En definitiva, el efecto no fue un disco de fácil escucha (no a todas horas puede apetecer escuchar casi ochenta minutos del tirón) ni de asimilación inmediata, pero sin duda es un trabajo complejo, de múltiples caras, agradecido y que, pese a todo, entonces y ahora, puede crear adicción a cualquiera con la suficiente paciencia y la predisposición abierta, curtida y sin complejos que necesita y merece una obra como esta.
JuanP Holguera